Las emociones son uno de los fenómenos más universales y complejos que existen. Inherentes a nuestra existencia, nos acompañan desde que nacemos llenando de sentido nuestra vida y al mismo tiempo suponiendo un gran reto a lo largo de esta. Seguramente te habrás preguntado qué son exactamente y para qué sirven. Acompáñame a hacer un pequeño recorrido por su significado, función, tipología y estrategias de gestión principales.
Qué son las emociones
Las emociones son una experiencia compleja, de corta duración y de difícil descripción. Los estudios al respecto luchan por encontrar la definición más precisa que consiga reflejar la naturaleza de estos estados psicofisiológicos que surgen como reacción ante ciertos estímulos; así como explicar también su relación respecto a los componentes fisiológicos, cognitivos y comportamentales implicado.
Sin embargo, más allá del conocimiento académico existe otro tipo de conocimiento sobre esta cuestión basado en la experiencia. Se trata del conocimiento popular y es en el que pondremos el foco principalmente en este artículo. En nuestra cultura las emociones son consideradas como una de las maravillas y placeres de esta vida, pero frecuentemente también son señaladas como “el problema”; el centro del sufrimiento y de los problemas psicológicos. Podemos observar esta tradición en comentarios muy frecuentes en nuestro día a día: ” su problema es la inseguridad” “el problema es que no puedo evitar sentir celos“ o “lo tuve que dejar porque me generaba ansiedad”. Así crecemos pensando que ciertas emociones, especialmente cuando son desagradables, pueden ser causa única y suficiente para explicar nuestros problemas.
Como veremos más adelante, el problema con esta manera de pensar es que ignoramos que todas las emociones tienen una función necesaria. El dolor es una parte natural y normal en la vida humana. Sufrir o experimentar emociones desagradables no es un problema en sí mismo, no es signo de fracaso o de estar haciendo las cosas mal. En vez de en los celos, la ansiedad o la inseguridad, nos sería más útil poner el foco en nuestra respuesta o relación con dichas emociones, o dicho de otra manera, en nuestras estrategias de gestión emocional. Las emociones son una respuesta a nuestro contexto, experiencias y motivaciones. Por tanto nos dan información vital a la hora de comprender nuestro momento vital para tomar decisiones y actuar. Desde esa actitud de aceptación podríamos parar de evitar ciertas emociones en busca de otras más agradables y empezar a aprovechar toda esa información valiosa que nos aportan con el fin de poder entender y superar las dificultades de nuestro camino.
Para qué sirven las emociones
Las emociones han sobrevivido años de evolución, su existencia no es una casualidad azarosa, perduran ya que cumplen funciones necesarias. Esta funcionalidad ya mencionada por Darwin, hace referencia a su papel en nuestra supervivencia como especie. Anteriormente hemos destacado la función de las emociones como mensajeras, pues sirven como fuente de información muy importante tanto para nosotros mismos como hacia fuera. Los estudios en este campo son muchos y abarcan diferentes aspectos y funcionalidades de esta, como las diferencias interculturales, su papel en la toma de decisiones o su relación con el componente cognitivo y conductual.
Sin embargo, para exponer de manera práctica sus funciones utilizaremos la clasificación de Reeve destacado estas tres:
- Adaptación: las emociones nos permiten prepararnos para responder a las exigencias de nuestro entorno de manera adaptativa. Por ejemplo, el miedo, nos prepara para protegernos de un peligro y la tristeza nos ayuda a adaptarnos a grandes cambios o pérdidas.
- Social: la expresión de nuestras emociones aporta mucha información útil a los otros. Gracias a ello podemos saber qué esperar, entender mejor su conducta y adaptarnos a la situación. Nos permiten reconocer las necesidades o estados del otro, así como ayudan al otro a reconocer los nuestros para poder responder a ellos.
- Motivación: las emociones, tanto las agradables como las desagradables nos movilizan hacia la acción, nos sirven como guía y motor de cambio a la hora de tomar decisiones.
Emociones primarias y secundarias
Las emociones han sido clasificadas según diversos criterios tanto académicamente como informalmente con el fin de conocerlas mejor. En nuestra vida predomina la clasificación popular “buenas/malas” o “positivas/negativas”. Esta clasificación no obstante, aporta poca información sobre nuestro estado real, y promueve la evitación de las emociones que caen en el saco de las “malas”, dificultando de esa manera la gestión de las mismas. Como ya hemos explicado en realidad todas las emociones son necesarias, aunque experimentarlas pueda ser desagradable eso no indica necesariamente que sean malas o innecesarias. Por ejemplo, sentir enfado ante una amenaza a nuestro bienestar puede ser molesto, pero también tremendamente útil para ayudarnos a poner límites.
Una de las clasificaciones más extendidas es la de primarias y secundarias. Esta clasificación diferencia las emociones primarias identificadas por Eckman cómo básicas, cuya característica principal es su carácter innato y universal de las emociones secundarias. Este segundo grupo de emociones ampliaría a las primeras e incluiría el factor del aprendizaje en su construcción.
En la práctica, quizás la conclusión más útil para nuestro día a día es que nuestras experiencias emocionales están moldeadas por el aprendizaje. Cuando identificamos, clasificamos y experimentamos emociones hay diversos factores que nos afectan convirtiendo estás experiencias en algo único. Algunos de estos factores son nuestras vivencias individuales, nuestras creencias e interpretaciones sobre las propias emociones, el aprendizaje de estas a nivel social, etc. Por ejemplo; el hecho de sentir vergüenza al llevar a cabo una conducta inapropiada en público, está directamente relacionado con el aprendizaje de las reglas de mi cultura. Mi emoción podría ser distinta si mi aprendizaje social hubiera sido otro. Algunas emociones comunes como el rechazo hacía mi imagen corporal o la culpa al priorizarnos o tomarnos un descanso están también mediadas por un aprendizaje de valores social.
Cómo gestionar emociones
La gestión emocional es una habilidad compleja que impacta enormemente en nuestra salud mental y por tanto, en nuestra calidad de vida. Su importancia en la mayoría de los casos no se ve reflejada en la información y formación que recibimos a lo largo de nuestro desarrollo. Este aprendizaje suele ser experimental y en muchas ocasiones insuficiente.
Como hemos ido planteando a lo largo de todo el artículo, el conocimiento sobre la naturaleza y la función de nuestro mundo emocional es el primer paso para poder gestionarlas. Por otro lado, cuestionar su fama de “problemáticas” para empezar a considerarlas “aliadas” nos puede ayudar a alejarnos de ese mensaje tan calado en nuestra sociedad que nos invita a evitar ciertas emociones.
Cuando existe una dificultad psicológica es importante analizar detalladamente el contexto en el que nacen y la gestión emocional que se está haciendo. Un factor muy relevante para entender dichas dificultades suele ser el uso de estrategias de gestión desadaptativas y la falta de estrategias adecuadas. Entender que sentir tristeza, miedo, inseguridad o vergüenza no es un problema en sí mismo por muy desagradables que puedan ser nos puede llevar a dejar de intentar deshacernos de esas emociones y empezar a poner el foco en saber identificarlas, entenderlas y gestionarlas de manera saludable.
Si sientes que te gustaría gestionar de una manera más sana alguna emoción o sientes que tu relación con alguna emoción te está limitando y que necesitas un trabajo específico en esta cuestión, puede ser aconsejable iniciar un proceso de asesoramiento. En él se podrán trabajar de la mano de un profesional recursos personalizados para tus necesidades concretas.
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