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Redes sociales y salud mental

Las redes sociales llegaron a nuestra vida y rápidamente transformaron la manera de comunicarnos y de relacionarnos. El uso que hacemos de ellas también ha cambiado por completo cómo utilizamos nuestro tiempo libre; así como nuestro comportamiento y gestión de diversas situaciones, por ejemplo los ratos de descanso, aburrimiento o preocupación. Acompáñame a analizar cómo las redes sociales pueden afectar a nuestra salud mental, abordando algunos de los aspectos relacionados más relevantes.

En 2023 algunos estudios recogen sobre el tiempo diario de uso, encontrando que 8 de cada diez españoles lo utilizan cada día, y el 43,3% lo hace entre 1 y 2 horas diarias. Estos tiempos y porcentajes aumentan significativamente entre los más jóvenes. Las redes sociales son el diseño perfecto para atraer y mantener nuestra atención. En su mayoría nos ofrece contenido fácil de procesar, predominantemente visual y de duración corta; a la vez que interacciones sociales rápidas y reforzantes. Este tipo de estímulos nos genera una satisfacción inmediata de manera repetitiva que favorece que permanezcamos en la red.

El ser humano está programado para buscar las sensaciones agradables con el menor esfuerzo posible, cuanto más rápido mejor. Por eso, tras las primeras experiencias en RRSS, descubrimos que deslizando nuestro dedo obtenemos pequeñas dosis de satisfacción, o en otras palabras dopamina, sin apenas ningún coste. Los likes, los seguidores, las reacciones y las historias son pequeños reforzadores o recompensas que nos harán querer volver a ellas.

De esta manera; esta conducta activa nuestro circuito de recompensa y así tiende a repetirse hasta convertirse en un hábito totalmente integrado en nuestro día a día. Entonces es cuando nos descubrimos metidos en las redes haciendo «scrolling» sin consciencia de haber iniciado esa acción; o todavía en ellas tras 30 minutos a pesar de que la intención inicial fuese de «sólo un segundo para desconectar». La continua disponibilidad de este recurso, junto a este tipo de dinámicas comentadas es lo que lo convierte en algo tan adictivo.

Las redes han puesto a nuestro alcance la posibilidad de superar muchas barreras a la hora de mantenernos conectados a otros. Nos han dado acceso a muchísimo contenido informativo que antes era difícil de encontrar. Sin embargo, el uso actual preocupa tanto al usuario que ve efectos negativos en su productividad , como a los profesionales que alertan sobre sus efectos en el aumento de adiciones comportamentales, el empobrecimiento de la atención; la pérdida de calidad en el descanso y en la salud mental general.

La función principal de las redes está dirigida a facilitar la comunicación y la posibilidad de compartir con otras personas. Cuando profundizamos en el uso real de estas plataformas podemos observar como con este fin podemos utilizar las desde distintos puntos de vista. Podemos desempeñar un rol activo en el que compartimos contenido, o un rol más pasivo desde el que nos limitamos a consumirlo. Cuando analizamos la experiencia de un usuario promedio la acción que más tiempo ocupa es la pasiva, la de consumir.

Antes nos hemos referido a las sensaciones agradables que nos produce pasar tiempo en las redes. Sin embargo, además de preguntarnos qué nos hacen sentir, es incluso más relevante peguntarnos qué estamos dejando de sentir como consecuencia de su uso. Por supuesto, la constitución de esta conducta como hábito tiene cierto poder explicativo, pero existen otros factores que nos ayudan a entender más sus causas. Por ejemplo, pensar en qué momentos es más frecuente que se de esa tendencia automática. Cuándo tendemos a consumir contenido de manera pasiva, apenas sin consciencia y con cierta sensación de pérdida de control cuando permanecemos en ella.

Si analizamos esto la mayoría las veces la respuesta es cuando estamos sintiendo agobio, tristeza, aburrimiento, sensación de bloqueo, preocupación, etc. Encontramos así que es muy frecuente que esto se produzca cuando estamos experimentado alguna emoción desagradable. Tendencia que expresamos frecuentemente con frases como: “lo miro un rato para desconectar”, “cuando llego a casa me apetece no pensar” o “para dejar la mente en blanco”. Es decir, allí donde antes nos aburríamos esperando el autobús, o nos preocupábamos un domingo por la semana venidera ahora cogemos el móvil. Esta dinámica quizá responde al impulso humano de escapar de la incomodidad, de evitar el malestar. Esto, en principio inofensivo y adaptativo, alberga el peligro de no saber sostener emociones que forman parte de nuestra condición humana y que de hecho tienen una función.

Desde un punto de vista de análisis de la conducta cabe preguntarse cuánto del uso actual de las redes sociales tiene que ver con una intención comunicativa y cuánto con la necesidad de refugiarse de algunas emociones que hemos dejado de saber tolerar. La capacidad de tolerar y gestionar estados emocionales poco agradables como la frustración, el aburrimiento o la preocupación, es una habilidad importante que se desarrolla (más sobre este tema en el blog anterior). El uso actual de las redes sociales podría empobrecer nuestra salud mental, suponiendo un entorpecimiento a la hora de experimentar nuestras emociones y de desarrollar unas buenas habilidades de gestión emocional.

Desde ese rol de consumidores estamos expuestos a un sinfín de contenido, que engloba casi cualquier temática que podamos imaginar. Esto nos descubre un mundo de posibilidades. Nos abre las puertas a información, estilos de vida, maneras de pensar sin la necesidad de salir a buscarlas. Esto puede impulsar nuestro crecimiento, ampliando nuestras opciones vitales. Pero en la otra cara de la moneda, empezamos a experimental algunas de sus consecuencias negativas. La necesidad de responder a expectativas de productividad; la lucha por acercarnos a la imagen corporal que impera; la culpa por no llegar a responder a las exigencias del momento (crecimiento personal, autocuidado, experimentar cosas nuevas,etc); el miedo a perdernos cosas o a no hacer suficiente y la comparación continua con el otro son algunas de ellas.

Esta manera de compartir puede fácilmente generarnos una gran insatisfacción con nosotros mismos y con nuestra vida. Por ello, es importante recordarnos que el contenido al que accedemos en las redes es el de un escaparate manipulado que queda lejos de transmitir bien la complejidad de la vida humana. A través de la pantalla accedemos a momentos concretos y seleccionados a conciencia de la vida de otros. Su selección y éxito dependen de como se ajustan a criterios relevantes en la red. Estos criterios a su vez, no coinciden con los criterios importantes a la hora de tener una vida realmente satisfactoria.

El contenido al que nos vemos expuestos está moldeado por la necesidad de satisfacer a un algoritmo artificial y de obtener esa gratificación inmediata de la que hablábamos antes. Esto puede llevarnos a distorsionar nuestro concepto de realidad y generar expectativas irrealistas a la hora de evaluar nuestra vida, siendo fuente de gran insatisfacción.

Tras recoger los principales puntos de conflicto que entraña el uso actual de las redes, nos gustaría terminar el blog con recomendaciones prácticas para ayudarnos a promover un uso controlado y sano de estas:

  1. Elige el contenido al que te expones: el contenido que te muestran las redes está influenciado por el contenido al que has prestado atención en el pasado. Educa al algoritmo haciendo el ejercicio de eliminar todas esas cuentas poco realistas que acaban haciéndote mal contigo mismo. Exponte únicamente a contenido que te ayude a cultivar una mirada sana y realista de la vida.
  2. Limita tiempo: ahora ya sabes porque el propio funcionamiento de las redes favorece que nos mantengamos en ellas convirtiéndose en un hábito inconsciente. Estable un límite consciente de cuánto tiempo quieres dedicar realmente a esto en base a tu contexto y deseos. Puedes ayudarte de aplicaciones que te avisaran cuando este límite se pase e incluso te dificultaran el acceso tras ese momento.
  3. Preguntante con qué fin: debemos reconquistar nuestra libertad decidiendo de manera consciente cuándo queremos consumir o publicar contenido. Elegir en qué momentos vamos a dedica tiempo a las redes puede ayudarnos a disminuir su impacto en nuestra salud. Es decir ayudarnos a evitar la tendencia a usarlo no por un deseo genuino, si no por un hábito automático que nos desconecta de ciertas emociones.

Las redes forman inevitablemente parte de nuestra sociedad. Por ello reflexionar y cuidar conscientemente la relación que tenemos con estas plataformas es vital para protegernos y cuidar así de nuestro bienestar ante esta nueva manera de socializar.

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