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Cómo mejorar mi imagen corporal: Un desafío individual y colectivo

La imagen corporal es un aspecto fundamental de nuestro bienestar emocional y psicológico. Vivimos en una sociedad donde empezamos a ser conscientes de los estándares de belleza imperantes suponen un peligro para nuestra salud mental. Por ello cada vez es más común plantearse cómo mejorar nuestra relación con nuestra imagen corporal y cómo afrontar este reto como sociedad.

En este artículo exploraremos qué es la imagen corporal, cómo nos vemos afectados por las expectativas sociales y qué podemos hacer. Pero sobre todo hablaremos sobre como esto no es algo que atañe sólo a quién sufre por ello, si no que es una cuestión de la que todos somos responsables como sociedad. Si estás satisfecho con la relación con tu cuerpo quédate y te cuento que papel juegas en todo esto.

La imagen corporal es la percepción que tenemos sobre nuestro propio cuerpo. Incluye cómo nos vemos físicamente, cómo nos sentimos respecto a nuestra apariencia y cómo creemos que los demás nos perciben. La manera en que percibimos nuestro cuerpo puede influir profundamente en nuestra autoestima, nuestras relaciones y cómo nos sentimos en nuestro día a día.

La imagen corporal es una percepción que se construye en sociedad, se aprende y moldea con cada interacción. En la actualidad, la presión social por cumplir con ciertos cánones de belleza es abrumadora. A través de medios como la publicidad, las redes sociales y la televisión, se nos bombardea constantemente con imágenes idealizadas que representan una versión de la belleza irrealista. No sólo la aprendemos por estos medios, es transmitida también en las casas, los institutos, y en cada ámbito de nuestra vida.

Esta imagen, sin embargo, no concuerda con la naturaleza y con la diversidad de las distintas corporalidades. A través de esa imagen “deseable” que se constituye como meta, valoramos nuestro propio cuerpo. Aunque esta presión afecta a todos, estas expectativas rígidas y poco realistas afectan especialmente a las mujeres. Generalmente esa rigidez es especialmente dura e ignora los cambios que atraviesan nuestros cuerpos en distintas etapas de nuestra vida.  

Esta desconexión entre la realidad y el ideal de belleza lleva a muchas personas a sentirse frustradas, inadecuadas e insatisfechas. Como resultado, la autoestima se ve dañada. Se genera así una lucha continua por acercarnos a esos báremos con la sensación de ir siempre contra marea. En los últimos años la conciencia social de los peligros de esta realidad ha aumentado, consiguiendo promover imágenenes más realistas y diversas, aunque aún hay mucho camino por recorrer. 

La presión por cumplir con los estándares de belleza no se origina sólo como consecuencia de nuestras propias expectativas individuales. Como veíamos antes, es un aprendizaje que se adquiere y refuerza constantemente por la sociedad en su conjunto. Nosotros a través de nuestras actitudes y conductas, impactamos no sólo en como nos sentimos con nuestro cuerpo. Como parte de esta sociedad influimos en la presión que sienten otros hacia el suyo. Es difícil que un cambio indiviudal de sus frutos si en el entorno de esa persona se sigue premiando tener una determinada imagen y penalizando no tenerla. Es importante que nos demos cuenta de que la cuestión de cómo mejorar la imagen corporal sana no es una responsabilidad únicamente individual, si no social

Un ejemplo claro es cómo perpetuamos esta insatisfacción, a pesar de poder tener un discurso deconstruido y basado en la aceptación, es que el trato hacia otros sigue difiriendo según se ajusten más o menos a los cánones de belleza predominantes. Inconscientemente, tendemos a elogiar y dar más valor a quienes cumplen con estas expectativas. Comentarios como «¡Estás increíble, ¿has bajado de peso?!» o «¡Qué delgado/a estás, te queda todo genial!» refuerzan la idea de adelgazar es siempre algo deseable y que por tanto hay cuerpos más válidos que otros. Al hacer este tipo de comentarios, promovemos la creencia de que la apariencia física es el medio de conseguir reconocimiento y ser percicbido como saludable, exitoso o bello. 

De la misma manera, verbalizar nuestros propios deseos de acercarnos a estos ideales de belleza tienen el mismo efecto. Comentarios como «Ojalá tener yo tener ese cuerpo» o «Tengo que perder peso para antes de la boda» son declaraciones que, aunque pueden parecer inofensivas, contribuyen a crear un entorno donde todos sienten la presión de cumplir con un estándar.

Estas actitudes no afectan exclusivamente a quienes reciben estos comentarios, el ser humano aprende por observación. Si tener cierta imagen tiene consecuencias positivas para otro, también las tendrá para mí. Aunque ya ha habido muchos avances en esta dirección, la importancia y urgencia de este cambio parece haber caído únicamente sobre los hombros de los individuos, entendiendo que la relación con su cuerpo es cosa de cada uno. Sin embargo, todo lo comentado nos invita a entender este reto como una responsabilidad a nivel social, siendo conscientes de que el trabajo individual necesita de un cambio social que lo posibilite. 

Aquí te presentamos algunas acciones prácticas que podemos implementar a nivel social y personal para ser parte de ese gran cambio: 

  1. Evita hacer comentarios sobre los cambios físicos de las personas
    Los cambios físicos no deben ser interpretados como indicativos infalibles de salud o belleza. Evita elogiar la pérdida o el aumento de peso. Concentra tus comentarios en aspectos que no estén relacionados con la apariencia, como logros personales o cualidades emocionales. Recuerda que no conocemos el contexto detrás de los cambios físicos de una persona y asumir que un cambio es «positivo» puede tener efectos negativos.
  2. Enfócate en la función del cuerpo, no en su apariencia
    En lugar de hablar sobre cómo se ve nuestro cuerpo, pongamos énfasis en lo que nuestro cuerpo puede hacer. Apreciar la funcionalidad de nuestro cuerpo como su capacidad para moverse, curarse o abrazar a nuestros seres queridos nos permite adoptar una perspectiva más positiva y realista sobre el mismo. Esto ayuda a reducir la sensación de necesidad de perseguir un ideal estético para ser válido. Cambiemos el típico comentario navideño “me estoy poniendo como un tonel, en enero toca ensalada” por un  “¡Qué maravilla poder disfrutar de las celebraciones, comer, bailar, y aguantar hasta las tantas aquí con vosotros!”
  3. Sé un ejemplo de aceptación realista
    Nuestro propio comportamiento influye en los demás. Al mostrarnos más abiertos a aceptar nuestras cuerpos y hablar desde una postura realista y validadora sobre ellos, promovemos un ambiente de aceptación general. Si evitamos quejarnos de nuestro propio cuerpo o expresar deseos de cambiarlo basados únicamente en un componente más estético, influimos positivamente en quienes nos rodean.
  4. No culpabilices a las personas por no sentirse cómodas con su cuerpo
    Entender que la relación con nuestro cuerpo no es únicamente un proceso individual, sino que está influenciada por la cultura y la sociedad, es crucial. Evita culpar o avergonzar a las personas por su apariencia o por no estar «cómodas» con su cuerpo. En cambio, ofrece apoyo y empatía, reconociendo que esta es una asignatura pendiente no sólo a nivel personal, sino también como sociedad.

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