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¿Qué hacer si no puedo dormir?

El insomnio es uno de los problemas más comunes de salud, afectando a una gran parte de la población en algún momento de su vida. A través de este blog, abordaremos la gran pregunta «¿qué puedo hacer si no puedo dormir?» explorando qué es exactamente el insomnio, cuáles son las principales causas que lo desencadenan y finalmente qué puedes hacer si te encuentras luchando con este problema. El objetivo es que puedas comprender mejor tu relación con el sueño y conocer herramientas para mejorar tu descanso.

El insomnio es una alteración del sueño que se manifiesta en la dificultad para conciliar el sueño, mantenerlo o despertarse antes de lo deseado, sin poder volver a dormirse. Este problema no solo se reduce a no dormir las horas necesarias, sino que tiene un impacto significativo en el bienestar general, afectando el rendimiento diario, la concentración, el estado de ánimo y la salud física.

Se estima que alrededor del 30% de la población experimenta insomnio ocasional, mientras que aproximadamente el 10% sufre de insomnio crónico. Además de las consecuencias sobre la calidad de vida, aquel que lo padece suele experimentar emociones muy intensas de desesperación y frustración. Es común sentir que es algo que se escapa de nuestra manos, ya que se trata de una respuesta autónoma que no podemos controlar directamente. Por eso, es frecuente que los afectados acudan con altas dosis de desesperación tras largas noches en velas en la que parece que nada funciona.

  1. Estrés durante el día: Uno de los principales culpables del insomnio es el estrés. Cuando pasamos el día lidiando con preocupaciones, tareas urgentes y tensiones, nuestro cuerpo se mantiene en un estado de alerta constante. Es importante entender que el cuerpo no funciona como un interruptor que podamos apagar fácilmente cuando llega la noche. Si hemos estado «a toda revolución» durante el día, el organismo no puede desconectar de inmediato, lo que dificulta relajarse y conciliar el sueño.
  2. Hábitos de sueño inadecuados: Nuestros hábitos diurnos tienen un impacto directo en la calidad del sueño. La falta de una rutina regular para dormir, el uso de pantallas antes de acostarse (como teléfonos móviles o tablets) y la exposición a luces brillantes pueden alterar nuestros ritmos circadianos. El cuerpo necesita señales claras para saber cuándo es el momento de dormir, y estos hábitos confunden nuestro reloj biológico.
  3. Uso de la cama para otras actividades: Muchas personas cometen el error de utilizar la cama para actividades que no están relacionadas con el sueño, como ver televisión, trabajar o usar dispositivos electrónicos. Esto puede crear una asociación entre la cama y la actividad, en lugar de con el descanso. El cerebro empieza a relacionar la cama con la vigilia o con tareas que requieren concentración, lo que dificulta la transición al sueño.
  4. Autoinstrucciones y pensamientos negativos: Cuando nos decimos repetidamente “tengo que dormirme” o nos culpabilizamos por no poder conciliar el sueño, entramos en un ciclo negativo que solo empeora la situación. Estos pensamientos aumentan la activación, lo que genera un efecto contrario: en lugar de relajarnos, nos mantenemos más tensos. Mirar el reloj y recordarnos que “otra vez estoy igual” solo nos aleja más de lograrlo.
  5. Factores médicos y hormonales: Finalmente, el insomnio también puede ser consecuencia de factores médicos o hormonales. Los turnos de trabajo nocturno, los cambios en los horarios de sueño, trastornos médicos como la apnea del sueño o condiciones hormonales (como la menopausia) pueden alterar la capacidad de mantener un sueño reparador. Estos factores pueden requerir una evaluación médica para identificarlos y tratarlos de manera adecuada.

El sueño no es un acto voluntario, es decir, no podemos forzarnos a dormir como si fuera una decisión consciente. En lugar de intentar dormir a toda costa, lo que puede empeorar el problema, nuestra actitud debe enfocarse en hacer aquellas cosas que faciliten el sueño de manera natural y reducir aquellas que lo dificultan. A continuación, te damos algunas recomendaciones clave:

  • Reducir el estrés y la ansiedad durante el día

Si nuestro estado de alerta durante el día es demasiado alto, será difícil bajar esa activación por la noche. Es importante aprender a gestionar el estrés y la ansiedad. Si este es tu caso y no sabes como abordarlo. buscar apoyo profesional  puede ayudarte a manejar mejor las situaciones estresantes diarias y en consecuencia a mejorar tu sueño

  • Mantener una buena higiene del sueño

Una buena higiene del sueño implica establecer una rutina constante a la hora de dormir. Acuéstate y levántate a la misma hora todos los días. Además, evita las siestas largas durante el día, las comidas pesadas y pantallas antes de dormir y las bebidas con cafeína o alcohol por la noche. Estas prácticas ayudarán a tu cuerpo a sincronizarse con un horario regular de descanso.

  • Asociar la cama con el sueño

Es fundamental que la cama esté únicamente relacionada con el descanso y la actividad sexual. Cuando sientas que no puedes dormir, es mejor levantarse de la cama, realizar una actividad relajante, y vuelve sólo cuando tengas sueño.

  • Fomentar la relajación

Realizar actividades que promuevan la relajación es crucial para conciliar el sueño. Leer un libro, escuchar música suave, practicar respiración profunda o meditar son buenas opciones. Un psicólogo también puede entrenarte en estrategias de relajación específicas, que ayudan a reducir la ansiedad y preparan el cuerpo para dormir.

qué hacer para tratar el insomnio

Si el insomnio persiste y afecta tu calidad de vida de manera significativa, es recomendable buscar ayuda psicológica. Un psicólogo podrá analizar las causas subyacentes de tu insomnio y guiarte en el proceso de adquirir hábitos más saludables para mejorar tu descanso

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